"Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo." Imagino que tod@s los presentes conoceréis este refrán. Y que razón tienes los refraneros populares (en muchos casos).
Supongo que para vosotr@s tampoco es una novedad ya que os diga que los expertos en nutrición defienden a capa y espada que el desayuno es la comida más importante del día, argumentando que con un buen desayuno podremos controlar el hambre durante toda la mañana, además de aportarnos la energía y vitalidad que necesitamos para afrontar el nuevo día, sin olvidarnos de que también nos ayuda a mantenernos en nuestro peso ideal.
Sin embargo, sabiendo la teoría, nuestros hábitos a la hora de desayunar, por lo general, dejan bastante que desear. La falta de tiempo, la comodidad, hace que en muchas ocasiones abusemos de la bollería industrial, las grasas trans, no tomemos los nutrientes necesarios, ingiramos en exceso hidratos simples y azúcar, o directamente, y en el peor de los casos, nos saltemos el desayuno, ya sea porque nos levantamos sin ambre o porque el tiempo se nos hecha encima y no podemos preparar tranquilamente el desayuno ni sentarnos a desayunar.
Pues con el post de hoy, ¡ya no va haber excusas!